miércoles, 3 de agosto de 2011

Relato - Batalla de Rivas 5 al 12/04/1856



El 5 de abril de 1856 arribó el presidente Mora con el grueso del ejército a la hacienda Santa Clara de Rivas. En esta hacienda dispuso don Juanito posesionarse de Rivas y, al mismo tiempo cumplir lo dispuesto en Peñas Blancas: la ocupación de la Virgen, en la costa occidental del Lago de Nicaragua, y San Juan del Sur, en el Pacífico. Peñas Blancas está a unas ocho leguas de la ruta del Tránsito.


La ocupación de la vía del Tránsito, en su parte terrestre, era importante no solo para evitar que a los filibusteros les llegasen refuerzos, sino también para tener bien protegida la retaguardia en caso de que nuestras tropas se vieran obligadas a retirarse.


Para tales fines, al día siguiente, a las tres de la madrugada, trescientos hombres empezaron su ruta hacia San Juan del Sur, al mando de don Salvador Mora, quien llevaba como segundos a don Máximo Blanco y a don Federico Fernández.


Al día siguiente, 8 de abril, el batallón se encontraba cerca de la población, donde había una avanzada enemiga compuesta por unos once hombres. El mayor Blanco desmontó de su caballo y mandó a la fuerza prepararse, y al trote, o más bien a la carrera, cayó sorpresivamente sobre la avanzada e hizo presos a todos sus componentes.


De la misma manera, Blanco y sus hombres entraron rápidamente en la población, la cual fue ocupada sin que se disparase un solo tiro, pues el comandante de aquel puerto había huido con su gente al enterarse de que tropas costarricenses se aproximaban.


En la madrugada del 11 de abril, el coronel Salvador Mora y sus hombres salieron para Rivas.






Batalla de Rivas del 11 de abril de 1856
Óleo sobre tela, de Óscar Vargas, 1982.

En el puerto quedaron las fuerzas al mando del mayor Máximo Blanco. Cuando aquellos llegaron a Rivas, ya había comenzado la memorable batalla de ese día, en la cual tomaron parte. En las horas de la tarde, y como la batalla se prolongaba, se dispuso mandar a llamar al mayor Máximo Blanco y a sus 300 hombres para que viniesen a reforzar al grueso del ejército; el batallón de San Juan del Sur entró en Rivas poco antes de medianoche.


Al día siguiente, se ordenó a Máximo Blanco regresar con 200 hombres a San Juan del Sur, pues era necesario dominar ese puerto, ya que Walker podía continuar recibiendo refuerzos procedentes de California, y porque también nuestro ejército debía ser reforzado con más hombres y equipo.


San Juan del Sur estuvo en posesión de los costarricenses hasta que nuestro ejército se retiró del territorio nicaragüense, debido a la peste del cólera.


Mientras tanto, el día 12, en Rivas, unos cuantos oficiales y soldados fueron reuniéndose a los toques de corneta alrededor del coronel don Lorenzo Salazar: y frente al Cuartel General solo vieron, a lo lejos, las tropas filibusteras que cruzaban la calle, para entrar por la esquina siguiente, al sur.


El capitán Mateo Marín avanzó su cañoncito hacia la Plaza, con objeto de contenerlos, sin observar que por las calles del norte bajaban otras fuerzas filibusteras, que se apoderaron de unos de los cañones. Marín quedó herido y muertos sus soldados.


Lo anterior motivó al coronel Lorenzo Salazar a salir del cuartel y con un grupo de soldados repelió al enemigo, en una tremenda carga a la bayoneta, protegiendo así el Cuartel General y el depósito de municiones. Con la llegada de otra columna de soldados, los costarricenses fueron ocupando lugares estratégicos, obligando a los enemigos a esconderse en las casas.


Rivas fue una batalla en que ninguno de los bandos en disputa resultó vencedor, ya que ambos optaron por ordenar su retirada. En la sangrienta refriega, el ejército costarricense tuvo 140 muertos y 231 heridos. “Por su parte, las fuerzas de Walker tuvieron 86 muertos hallados en las casas, más 150 cadáveres que habían sido arrojados a los pozos de agua de la ciudad. “


La contaminación de las aguas, de la que bebieron los soldados costarricenses, dio inicio a la peste del cólera, con lo que las bajas por esa enfermedad  causaron 491 muertos más entre quienes lucharon en Rivas.


Después de siglo y medio de la batalla de Rivas, persiste en el recuerdo de los costarricenses un sentimiento de orgullo y renueva en las almas el fuego del patriotismo.

Emilio Gerardo Obando Cairol

Material del Libro “Los Generales Blanco y Salazar” de la Asociación de Genealogía e Historia de Costa Rica.

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