jueves, 4 de agosto de 2011

Los Comienzos, Provincia de Costa Rica.


Los Comienzos, Provincia de Costa Rica.


En 1813 fungía como gobernador de la Provincia de Costa Rica don Juan de Dios Ayala. El año anterior, y gracias a la propuesta hecha ante las Cortes de Cádiz por don Florencio del Castillo, San José había adquirido el título de ciudad. Fue precisamente aquí donde el 17 de agosto de 1813 nació Lorenzo de los Ángeles Salazar Alvarado, hijo de Benito Salazar Alpízar y de María Alvarado Lis.


Once años más tarde, Costa Rica estaba dirigida por la Tercera Junta Superior Gubernativa y se había incorporado al gobierno federativo de las Provincias Unidas de Centro América. La Asamblea Nacional Constituyente había autorizado a los cinco estados a elegir Congreso y Jefe de estado, recayendo esta designación en don Juan Mora Fernández, cuyo período se inició el 8 de setiembre de 1824.


En ese año, el 8 de enero, nació en San José, Máximo de Jesús Blanco Rodríguez, hijo de Manuel Blanco Rojas y María de Jesús Rodríguez Chacón.


Ambos, en su vida adulta, además de identificarse como agricultores, habían escogido la carrera de las armas, en una Costa Rica sin tradición militar, cuyo único cuartel en San José databa de 1833 y apenas había una incipiente formación teórica militar, enseñada conforme las disposiciones españolas en esa materia.


En abril de 1823, a dos años de la independencia del reino español, nuestro país había sufrido ya su primera guerra civil, originada en las posiciones divergentes asumidas por Cartago y Heredia, manifiestamente inclinadas a que Costa Rica se uniera al Imperio Mexicano, y San José y Alajuela, que  prohijaban la formación del país en República. Como consecuencia de esta guerra civil, la capital, que estaba en Cartago, se trasladó a San José.


En la noche del 26 de setiembre de 1835, estalló en Cartago la segunda guerra civil, llamada la Guerra de la Liga, por haberse unido las provincias de Cartago, Heredia y Alajuela para combatir a la de San José. Don Braulio Carrillo, entonces jefe de estado, abolió el diezmo y suprimió varios días de fiesta religiosa, pero lo que más alteró los ánimos fue establecer a San Juan del Murciélago, hoy Tibás, como capital de Costa Rica.


Como consecuencia de esta guerra, que finalizó el 10 de octubre de ese año, se derogaron los decretos sobre supresión del diezmo y disminución de días religiosos. San José, triunfadora en el conflicto, se afirmó como capital del estado de Costa Rica.


La carrera militar de Salazar se había iniciado en el año de 1835, “en ocasión de la guerra civil que ha sido denominada de la Liga. Más tarde, cuando el país se enfrentó al régimen morazánico, figuró él como uno de los primeros hombres que trataron de contribuir a su caída. En efecto por la intentona de asalto al cuartel de Heredia, figura entre los primeros actos en contra del régimen.”

Esta última conspiración, eminentemente militar, tuvo ciertamente como uno de sus cabecillas al subteniente Lorenzo Salazar. En la tarde del 29 de mayo de 1842, el mayor Mercedes Jiménez, junto con Salazar y 200 milicianos más, tomaron el cuartel de Heredia, apropiándose de las armas.


Pero al no contar con el apoyo del comandante de Alajuela, mayor Florentino Alfaro, optaron por huir hacia Chiriquí, en Panamá, ya que Morazán estaba dispuesto a fusilarlos.


Salazar, con casi 33 años, y Blanco, con 22 años, unirían, por primera vez, sus actuaciones militares, el 7 de junio de 1846, cuando las guarniciones militares de las provincias de San José, Cartago, Heredia y Alajuela, desconocieron al Jefe de estado don José Rafael Gallegos, y proclamaron a don José María Alfaro.



Este movimiento fue organizado por los generales José Manuel Quirós y Florentino Alfaro, comandantes de San José y Alajuela, respectivamente, pero en apariencia, fue promovido por destacados ciudadanos.


Es oportuno hacer aquí un paréntesis para señalar que José Manuel Quirós Blanco, era primo de Máximo Blanco, ya que la madre del primero, María Dolores Blanco Rojas era hermana del padre del segundo, Manuel Blanco Rojas.


Quirós Blanco fue comandante del cuartel de San José y comandante general de las armas del Estado. En noviembre de 1849 emitió un pronunciamiento, que propició el derrocamiento del gobierno de José María Castro Madriz. Al dar inicio la guerra contra Walker y sus filibusteros, el presidente Mora lo integró al estado mayor. Murió heroicamente el 20 de marzo de 1856 en la batalla de Santa Rosa.


Al crear Mora el Cuartel de Artillería, como antes se mencionó, José Manuel Quirós, Comandante del viejo Cuartel y, por ende, a quien debía Mora indirectamente su Presidencia, se molestó por el nacimiento de aquella competencia en armas, que lo despojaba de su carácter de "gran elector". El 3 de junio de 1850, Quirós, con su hermano Juan Manuel, su primo Máximo Blanco, recién ascendido a sargento mayor, y otros militares, se alzaron en armas, pero fueron capturados y declarados insurrectos, despojándosele a Quirós Blanco de su cargo en el Cuartel Principal. Aunque se les expulsó del país, su exilio fue de corta duración.


Retornando a la participación de Salazar y Blanco en acontecimientos militares, cabe indicar que en octubre de 1848 se cernían serias amenazas de guerra con Nicaragua.




Las cuestiones limítrofes entre ese país y Costa Rica habían generado un conflicto, ya que Nicaragua reclamaba la devolución del departamento de Guanacaste, rechazaba que Costa Rica tuviese derechos sobre el río San Juan, y a que nuestro gobierno construyese un camino hacia el Sarapiquí y Puerto de San Juan para facilitar el comercio por el Atlántico. Se supo que fuerzas  nicaragüenses estaban ya listas en la frontera para invadir el Guanacaste.


Inmediatamente se ordenó al Coronel Alejandro Escalante salir para aquel departamento, acompañado del teniente coronel José Montero, y de los oficiales Lorenzo Salazar, Máximo Blanco, Julián Arias, Gorgonio Sibaja, Anastasio Calderón, José María Garro y Sacramento Escalante, para que organizasen las fuerzas en dicho lugar; todos los cuales salieron el día 27 de octubre de 1848.  Afortunadamente, las hostilidades no llegaron a más.


El tratado bilateral Cañas-Jerez suscrito el 15 de abril de 1858 dirimió lo relativo a Guanacaste, mientras que el diferendo sobre el Río San Juan fue resuelto por la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, mediante un fallo emitido el 13 de julio de 2009 en que señaló que Nicaragua mantiene “plena soberanía y sumo imperio sobre el río San Juan”, pero aclaró que este país no posee derechos ilimitados y que Costa Rica goza de derecho de navegación perpetua con fines comerciales”.


En años subsiguientes, Blanco participó en otras acciones militares para desarticular otras intentonas contra gobiernos de turno. El gobierno de José María Montealegre, con fecha 24 de agosto de 1859, comunica el ascenso del general Lorenzo Salazar a general de división y del sargento mayor Máximo Blanco a general de brigada.


En un período de trece años, desde que conjuntamente en 1846 intervinieron en la caída del gobierno de don José Rafael Gallegos, Lorenzo Salazar  ostentaba el grado de coronel y era a su vez comandante de plaza y del Cuartel de Artillería; Máximo Blanco, por su parte, poseía el grado de mayor y fungía también como comandante del Cuartel Principal. “Es notorio el progreso que en el curso de esos años habían alcanzado en el escalafón militar ubicándose en los puestos militarmente clave de aquel momento comandantes de cuarteles), desde donde podían, con base en su austera autoridad, anipular al grueso de la tropa poniéndola al servicio del sector político que más los beneficiara.”


El 25 de diciembre de 1859 surge en San Ramón el descontento en contra de la administración de José María Montealegre. “El comandante de plaza Rafael Zarret había enviado a la cárcel a Toribio Zamora, Martiliano Segura y don Juan Mora. El Gobierno envió a San Ramón una tropa al mando del general Máximo Blanco para conjurar el movimiento. Los apresan y llevan a San José a Ramón Zamora y Dionisio Rodríguez, indiciados en el movimiento.”


El 20 de enero de 1860, Prudencio Blanco, un general de origen colombiano, encabezó una revuelta en Liberia, donde tomaron el cuartel y se dedicaron luego a capturar a las más destacadas personas simpatizantes del régimen de Montealegre. Don Máximo Blanco se apresuró a enviar tropas para perseguir a los facciosos que huían hacia la frontera. Aunque hubo un respaldo para los rebeldes en Guanacaste, el resto del país no respaldó a los conspiradores.


El 18 de abril de 1860 se organizó otro esfuerzo para restituir a Mora en el poder. La fallida empresa que adquirió caracteres más destacados que los anteriores, se conoce con el nombre de rebelión de la Soledad. El plan parece haber sido madurado por los jefes, que, según los testigos declarantes, fueron, Domingo Mattey, José Augusto Mendoza, Manuel Antonio Bonilla y Crisanto Medina. El propósito más inmediato de los rebeldes era llevar a la presidencia provisoria a don Manuel Mora Fernández y como comandante a don Mateo Mora. Al amanecer del día 19 de abril el Gobierno estaba al tanto de la situación, por lo que decidió enviar tropas al mando del militar Máximo Blanco. Estas llegaron hasta las cercanías de la Soledad y al grito de ¿quién vive?, dado por los soldados de Blanco, todos huyeron capturándose apenas a don Florencio Castro y a José Mora.


Dejamos para otros apartes de este ensayo, por su trascendencia en el ámbito nacional, las participaciones de Salazar y Blanco en la Campaña Nacional de 1856 y 1857 y en movimientos armados que se dieron durante 1868 y 1869 en nuestro país.


Emilio Gerardo Obando Cairol

Material del Libro “Los Generales Blanco y Salazar” de la Asociación de Genealogía e Historia de Costa Rica.

Militares y Oligarquías De Costa Rica


Militares y Oligarquías De Costa Rica


Introducción


Carente de guerras de independencia y caudillos militares, Costa Rica afloró, después de su separación del gobierno español en 1821, como un país civilista, con algún aire de timidez para constituirse en una nación con identidad propia, sino más bien procurando ampararse en repúblicas de mayor poder (México, Colombia) o bien afiliarse a federaciones (República Federal de Centro América), reflejo fiel de la ancestral frase “hasta que se aclaren los nublados del día”.


Con la presencia de guerras civiles (guerra de la Liga, en 1835) y de la Campaña Nacional (en 1856 y 1857), la incursión de los militares en la vida nacional fue cobrando prominencia. El surgimiento también de una oligarquía cafetalera, permitió al militarismo ir creciendo gradualmente, hasta convertirse en un elemento de apoyo para las familias dominantes y, posteriormente, en un medio decisor para resolver disputas entre las élites existentes.


En ese contexto, irrumpen, en el período 1846 a 1869, dos figuras relevantes en el ámbito nacional, que tuvieron intensa participación en hechos políticos y militares de gran trascendencia en el país: Lorenzo Salazar Alvarado y Máximo Blanco Rodríguez.


Esta obra, de carácter histórico y genealógico, aborda las vidas paralelas de ambos militares, sus momentos de gloria y de conflicto, así como su historia familiar, que, hasta nuestros días, persiste en sus descendencias, herederas de recuerdos de heroísmo, pero también de estigmas, atribuibles a sus ilustres ancestros.


De militares y oligarquías


La acepción básica para el vocablo ejército lo define como “una gran multitud de soldados unida en un cuerpo bajo el mando de un general”. De ello se desprende que desde 1821 hasta 1856, nuestro país no tuvo realmente un cuerpo militar organizado bajo el mando de un jefe superior reconocido.


Durante ese período, desde Juan Mora Fernández hasta Juan Rafael Mora Porras, todos los jefes de Estado y presidentes fueron elementos civiles, debido mayormente a la ausencia de una tradición bélica y a la idiosincrasia que distinguía a los costarricenses.


No podemos durante este período (1821-1856), hablar de una verdadera configuración militar representada por un ejército debidamente organizado sino más bien de la emergencia de algunos rasgos y circunstancias históricas directa e indirectamente condicionantes en el largo proceso de la formación del ejército costarricense.


Nuestras fuerzas militares existían principalmente para resguardar el orden público interno, alterado por escasas conspiraciones de grupos de revoltosos que actuaban en disconformidad con medidas implantadas por los gobiernos de turno.


De acuerdo con don Rafael Obregón, no es sino con la caída, en mayo de 1838, del gobierno de don Manuel Aguilar, que se puede señalar el primer cambio de autoridades civiles mediante un golpe de cuartel. El movimiento militar estuvo liderado por el capitán José Manuel Quirós Blanco, militar de significativa presencia en sucesos posteriores.


Al decir del expresidente González Víquez: “el mal nació en mayo de 1838; arreció después de la caída de Morazán y no desapareció hasta la segunda administración de don Jesús Jiménez.


Familias prominentes en la tenencia de tierras y en empresas agrícolas y financieras, como los Mora, Aguilar, Castro, Fernández, Iglesias, Tinoco, fueron posicionando también a sus miembros en los distintos poderes del estado, lo cual otorgó un papel dominante a algunas de las familias de la época.


Sin embargo, fue el café lo que introdujo significativas variantes en las estructuras sociales y políticas de nuestro país. Aunque ya se comerciaba ese producto desde 1820, fue en 1854 cuando un grupo de costarricenses inició exportaciones a Inglaterra, las cuales se enviaban en el buque inglés Monarch, propiedad de su capitán William Le Lacheur. El cultivo y comercialización del café transformó a Costa Rica de una colonia letárgica ubicada en un distante lugar del imperio español, en un país boyante, siendo los beneficios económicos obtenidos la mayor fuente de empleo y riqueza.


Se fue constituyendo rápidamente durante este lapso la llamada "oligarquía cafetalera", la cual requería no sólo del apoyo estatal para llevar adelante sus negocios, sino también del control de los principales centros de decisión política y militar, a fin de poder pilotear; con mayor seguridad y firmeza, el paso de la población por los drásticos acomodos que exigía el cultivo empresarial del cafeto y el delicado montaje de los engranajes de una dinámica económica de exportación.


Surgió así en el seno de una sociedad que se había caracterizado por su relativo igualitarismo, una clase con suficiente peso financiero y empuje para ir reclamando para sí el papel de principal e incontrastable protagonista del proceso histórico de desarrollo.


Nació entonces una alianza entre la oligarquía y los militares, donde estos se convirtieron en los instrumentos de presión para consolidar el poder político y social de aquella, y, a su vez, esa oligarquía servía de apoyo a los militares para que estos reafirmarán su carrera en las armas y ocuparan, con el tiempo, posiciones decisorias en los destinos del país.


A pesar de que los militares en Costa Rica habían efectuado golpes de estado en 1838 y 1842, causando las dos caídas de gobiernos jefeados por don José Rafael Gallegos y que, asimismo, habían participado en múltiples  conspiraciones entre 1848 y1849 que condujeron a la caída del doctor José María Castro Madriz en noviembre de ese último año, sus actuaciones estaban sometidas al servicio de las oligarquías y jamás sus líderes buscaron ocupar algún cargo prominente en los supremos poderes del país, como la historia sí nos dice que ocurrió en otros países latinoamericanos (Obregón en México, Bolívar en Venezuela, Sucre en Perú).


Al ser designado como Jefe de estado el 30 de diciembre de 1849, don Juan Rafael Mora considera necesario descentralizar el poder militar hasta entonces existente en el Cuartel Principal y el 15 de abril de 1850 crea el Cuartel de Artillería, sabia decisión que menguó las fuerzas del capital José Manuel Quirós, cuando en junio de ese mismo año, intentó rebelarse contra Mora con resultados infructuosos.


Además, don Juan Rafael trajo “al país al militar polaco, en 1852-53, Fernando von Salisch, para servir de instructor de alta preparación de las fuerzas militares y para ello se creó una academia militar. A partir de este momento se asocia el poder de los militares y la existencia del ejército con la defensa y apoyo de los intereses del gobierno.” En otras palabras, los militares rompen su alianza con la oligarquía existente para prestar sus servicios exclusivamente al gobierno electo.


La medida política no tuvo otro objetivo que el de buscar el sustraer parte del excesivo poder bélico que se almacenaba en el Principal, y colocarlo más directamente bajo el dominio de las autoridades civiles. El nuevo centro militar estaba ahora directamente bajo las órdenes del Presidente de la República.


Para que la implantación de esta medida tuviese vigencia, se ordenó que todos los cañones que se encontraban en el Principal, menos uno, fueran trasladados al nuevo cuartel. Además, los pertrechos bélicos que se encontraban en el Principal, se repartieron por partes iguales entre ambos centros.


Con la llegada a Centro América, en 1855, de William Walker y sus filibusteros, Mora interpreta acertadamente la seria amenaza que se cierne sobre Costa Rica y prepara un ejército de 9.000 hombres que durante 1856 y 1857 emprenderá una gesta trascendental en nuestra historia patria, enaltecida con las gloriosas batallas de Santa Rosa y Rivas y la campaña del Tránsito en el río San Juan.



“El militar que emergió con posterioridad al conflicto armado de 1856 lo hizo como el individuo que había salvado a la nación de las hordas mercenarias de la intervención extranjera. El rol del militar dentro de la política costarricense, a partir de ese momento, ya no sería el de un simple subordinado. En delante, lucharía por participar de una manera más intensa en el usufructo del poder político, amparado en la gesta que acababa de cumplir y en la alta estima con que lo distinguía la sociedad costarricense.

Con excepción del Golpe de Frankfort en enero de 1852, promovido por el presidente Mora para reducir el poder político de diputados y otros ciudadanos contrarios a su régimen y de la conjuración Iglesias y Tinoco en junio de 1856, en que don Francisco María Iglesias y Saturnino Tinoco encabezaron una conspiración contra el gobierno de Mora, los conflictos internos en ese período habían disminuido, hasta que en la madrugada del 14 de agosto de 1859 se produjo la caída del gobierno morista y el posterior fusilamiento de don Juan Rafael Mora el 30 de setiembre de 1860 junto con el militar Ignacio Arancibia, y dos días después, el 2 de octubre, el del general José María Cañas.


Con los sucesos anteriores, quedó claramente expuesto que el ejército, representado por los militares que integraban los cuarteles Principal y de Artillería, no estaban realmente al servicio del gobierno y, en particular, del presidente de la República, sino de la oligarquía vigente, es decir, del poder social y económico ostentado por las familias más poderosas del país.


Tan es así que en la década subsiguiente cesan los conflictos políticos y militares en el país y se afianza el poder de los militares en los cuarteles, brindando su apoyo a las sucesivas designaciones de presidentes que fueron electos, hasta que se concretó la caída del gobierno del doctor José María Castro en noviembre de 1868 y la designación consensuada entre oligarquía y militares, del licenciado Jesús Jiménez como nuevo mandatario.


Don Jesús comprendió luego que, aunque su nombramiento contó con el aval de los militares, había llegado el momento de enrumbar a Costa Rica por los senderos de la democracia civil La resolución y el coraje para hacerlo recayó en su ministro de Guerra, don Eusebio Figueroa, hombre de carácter férreo, de decisiones inquebrantables y de indomable energía. En febrero de 1869, Figueroa pidió la renuncia al general Lorenzo Salazar y en abril hizo lo mismo con el general Máximo Blanco, comandantes del cuartel de Artillería y del cuartel Principal, respectivamente.


…es un hecho de fundamental importancia en el largo proceso de afirmar el carácter civil del gobierno costarricense. El presidente y el ministro comprenden muy bien que toda la teoría democrática liberal tendrá valor muy reducido, mientras Blanco y Salazar conserven la atribución de poner y quitar gobiernos.


Pero el problema es más hondo: los altos militares apenas han sido ejecutores de las decisiones surgidas de la entraña oligárquica, todopoderosa en esta década.


Agrega Montero Barrantes, “Dadas las circunstancias de aquella época, necesitábase una gran energía, una voluntad inquebrantable para llevar a cabo una disposición de tanta trascendencia que significaba la destrucción del pretorio costarricense.”


Si bien el militarismo siguió presente en los períodos en que el general Tomás Guardia y otros designados, ejercieron la presidencia, desde abril de 1870 hasta julio de 1882, en que el ejército estuvo al servicio de la presidencia de la República y no ya de las oligarquías cafetaleras, nos interesaba en este aparte destacar básicamente el contexto militar y político en que tuvo lugar la participación de los generales Lorenzo Salazar y Máximo Blanco, personajes relevantes en el entorno nacional durante no menos de veintitrés años, en que alcanzaron la gloria y la cima del poder, para luego caer en las sombras del olvido, motivado ello fundamentalmente por sus actuaciones en la caída y fusilamiento de don Juan Rafael Mora Porras.

Emilio Gerardo Obando Cairol

Material del Libro “Los Generales Blanco y Salazar” de la Asociación de Genealogía e Historia de Costa Rica.

Relato - La Campaña de Tránsito. 05/12/1856 al 13/04/1857


La campaña del Tránsito: una estrategia brillante


Desde el inicio de la Campaña Nacional, el presidente Mora tenía muy en claro que era esencial tomar la vía del Tránsito, cortar toda comunicación con los Estados Unidos de América e impedir que desde allá le enviasen, por el río San Juan y por el lago de Nicaragua, hombres y pertrechos a las tropas filibusteras de William Walker.


Con el apoyo de sus principales oficiales, entre los que se halla el coronel Lorenzo Salazar, fue elaborado un plan para la toma de todos los puntos de importancia militar colocados a lo largo del río San Juan, a saber: el Fuerte de San Carlos, situado donde nace el Río San Juan desde el Lago de Nicaragua; el Castillo Viejo, a medio camino entre el río Frío y el río San Carlos; y La Trinidad.



Aunque el general José Joaquín Mora tendría el mando superior del ejército para la ocupación de la Vía del Tránsito, se organizó una División de Vanguardia, integrada por hombres valientes y decididos, quienes mediante la sorpresa y la audacia, se apoderarían de los vapores que se encontraban en dicho río al servicio de los filibusteros.


Máximo Blanco anota en su diario que a él se le designó primer comandante de la División de Vanguardia, pero que rehusó el mando en razón de que no se sentía capaz de emprender esa empresa, de manera que el presidente Mora nombró en ese cargo al teniente coronel Pedro Barillier. Este oficial había tenido una deficiente actuación militar en la batalla de Rivas.


Tal nombramiento no operó en la realidad, ya que el presidente Mora le haría llegar a Blanco un sobre sellado, donde consignaba sus órdenes para que don Máximo asumiera la jefatura de la  columna de vanguardia.


Blanco, al asumir el mando conocía con propiedad el objetivo de aquella expedición, que era de tal importancia, que habría de decidir los destinos de Centro América. Una de las primeras acciones a efectuar era la captura de varios vapores que se encontraban en San Juan del Norte.


“Esta división [la de Vanguardia] se componía de dos compañías de ochenta soldados cada una y cuarenta gastadores; el armamento era la mayor parte de chispa y por consiguiente malo, pero en cambio la tropa fue escogida como la mejor. También iban dos piezas de artillería con su correspondiente tropa, pero sin ningún oficial que supiera de esta arma.”  


“Empieza aquí la gesta más brillante del ejército de Costa Rica. Una incursión sabiamente planeada y, en especial, audazmente ejecutada por un puñado de hombres que nunca habían visto un vapor en su vida. Su objetivo tomar los vapores que los filibusteros tendían en el río San Juan y en el Lago de Nicaragua.Para ello se contaba con la destreza de Máximo Blanco y sus hombres. La División a cargo de Blanco se componía en total de 200 hombres."


Los soldados iniciaron su marcha el 5 de diciembre de 1856 hacia Alajuela. Ahí pasaron la noche y en la mañana, tomaron rumbo a Muelle de San Carlos, llegando el día 9. El 16 de diciembre, las tropas costarricenses siguieron su travesía por el río San Carlos. Al venirse una creciente por el río, setenta hombres perdieron, además de la embarcación, sus armas y provisiones, decidiendo Blanco que continuaran a pie, mientras los otros botes seguían hacia la boca del río.


En primer término, tomarían La Trinidad. A las diez de la mañana del domingo 21 de diciembre salieron todos de la boca del San Carlos, deslizándose en sus balsas por la corriente del San Juan.


Un miedo aterrador se apoderó de nuestros soldados en los primeros momentos de la partida, y no carecían de razón, porque ¿en dónde habían visto jamás vías navegables? Serían las ocho de la noche (del 21 de diciembre) cuando pasó el vapor enemigo, que de San Juan se dirigía al gran lago de Granada. A su vista, nuestros candorosos soldados exclamaron: “Pos hombre, qué bonito es el guapor. ¡Cuánta candelita! ¡Parece un monumento!”


Blanco llevaría 30 hombres por la derecha; don Joaquín Fernández y Sylvanius Spencer dirigirían los restantes 100 hombres por la izquierda. Ese 22 de diciembre, Blanco se adelantó para observar a los filibusteros. Mandó cargar al trote con la bayoneta. En cuarenta minutos, Blanco, con la ayuda de Spencer y sus hombres, eran dueños de La Trinidad. Dejaron 30 hombres aquí y continuaron, en cinco botes, hacia San Juan del Norte, a la orilla del mar, para tomar los vapores. Cuando desembarcaron, en la madrugada, vieron a lo lejos tres vapores de la Compañía del Tránsito, y más allá, cerca de Punta Castilla, otro vapor.


Al ser las cinco de la mañana del 23 de diciembre, Blanco dio la orden de tomar los vapores, y nuestros soldados rápidamente se lanzaron al abordaje, escalaron la cubierta y se posesionaron de las embarcaciones. Los cuatro vapores tomados respondían a los nombres de “J. Wheeler”, “Ch. Morgan”, “H.L. Bulwe” y “Machuca”.


Es de advertir que nuestra tropa, a causa del mal tiempo y tantos trabajos, hemos llegado sin ropa y hasta sin sombrero muchos, porque ya se habían podrido; de suerte que esta gente daba un aspecto lastimoso y al mismo tiempo horroroso, porque más bien parecía una partida de bandidos que tropa organizada de un Gobierno. El que tenía puesta una camisa no traía sombrero, y el que tenía pantalón, aunque roto y asqueroso, no traía otra cosa.


El día 26 llegaron al Castillo Viejo. Se encontraba allí el vapor “J. N. Scott”. Los costarricenses, que venían en el vapor “Ch. Morgan” se pusieron al lado de ese otro vapor. Blanco y sus hombres saltaron y se adueñaron de él. Luego tomaron el castillo, sus guardas huyeron despavoridos.


A corta distancia, en el raudal del río Toro, se encontraba el vapor “J. Ogden”. Blanco le ofreció a un nicaragüense una buena suma de dinero para que con tretas hiciera que el vapor se acercara al Castillo. La trampa dio resultado y el vapor fue también tomado. Al darse cuenta de que en el mismo raudal del Toro se encontraba anclado el vapor "Virgen", los soldados, yendo en el “J. Ogden”, rápidamente lo capturaron; era éste el más pequeño de los vapores del Lago. Quedaba todavía la toma del fuerte San Carlos, principal punto estratégico sobre el río San Juan.


Los costarricenses partieron hacia el fuerte el 30 de diciembre. Blanco llegó a la explanada del fuerte. Entretanto, el vapor “Ogden” con el resto de la tropa costarricense se ubicó frente al morro. Los filibusteros fueron sorprendidos con artimañas y no tuvieron más opción que rendirse. En poder de la vanguardia costarricense había caído el último reducto del río San Juan.


Ese mismo día 30, arribó el general José Joaquín Mora con refuerzos. Al recibir un reporte de las acciones tomadas, Mora le manifestó a Blanco sentirse muy satisfecho de su desempeño, su coraje y audacia militar. Y dirigiéndose a las tropas exclamó ¡ahora es justo que las tropas descansen y festejen el fin de año como Dios manda!


Cuando amaneció el día último del, para Costa Rica, año fatal de 1856, los vencedores costarricenses pudieron gozar de la vista de la gran parte del territorio nicaragüense arrancado a la codicia del filibustero Walker. ¡Cuánta gloria para el mayor Blanco, poner a disposición de su gobierno, llena de honra, la grande y difícil empresa que se le confiara contra el filibusterismo que por el norte amenazaba nuestra independencia y que ya ostentaba aires de triunfo paseándose en lujosos vapores sobre las aguas del San Juan! ¡Cuánta gloria, repito, poner en manos del General en jefe casi la tercera parte del territorio nicaragüense, desde San Juan hasta las costas de Rivas y Granada! Al Norte, las costas de Chontales: al Sur, el gran lago al Este, la costa de los Caribes hasta Tortuga. No es poca cosa. ¡Loor eterno al jefe Blanco!


Al día siguiente, primero de enero de mil ochocientos cincuenta y siete, después de darse una gran fiesta con los víveres y licores de la guarnición filibustera, el estado mayor costarricense en el Fuerte de San Carlos, comienza a planear sus siguientes movimientos.


El vapor “San Carlos” era el más grande y el más rápido de todos los vapores en la Vía del Tránsito. El 3 de enero de 1857, valiéndose de tretas, los costarricenses lo hicieron acercarse al fuerte. La tripulación, cerradas las rutas de escape, tuvo también que entregar las armas.


Con la toma del vapor “San Carlos”, la fuerza costarricense había tomado el dominio completo sobre el río San Juan y el lado sur del Lago. Costa Rica lograba así el control de la Vía del Tránsito. Asimismo, a los filibusteros les quedaba totalmente cerrado el camino que les servía para comunicarse con el Atlántico y por el cual recibían constantes refuerzos.


La ejecución del plan, por parte de Máximo Blanco y sus tropas, aplicando una excelente estrategia, significó un éxito rotundo para la expedición militar que le encomendaron, pues cortó definitivamente la entrada de pertrechos y hombres para el ejército de Walker. Junto a la batalla de Santa Rosa, en uno de los hechos más bien ejecutados de la historia militar costarricense.


Al conocerse que los filibusteros pretendían retomar la Trinidad, el general José Joaquín Mora, ya incorporado en las acciones como Comandante en Jefe, envió a ese sitio al mayor Máximo Blanco con otros soldados, quien se encontró con un panorama desolador.


¡Oh aflicción cuando me hago cargo de la fortificación y conozco su disposición:
un callejoncito formado por dos trincheras de vástago de plátano, en veinte varas de largo y tres de ancho! El piso es un lodazal que pasa del tobillo, de provisiones nada, enfermos muchos y los que no lo están parecen cadáveres. La fatiga y privaciones tienen a estos hombres con dolor de estómago; tales son los semblantes que encuentro en los treinta hombres con que debo sostener el punto contra 700.


El 20 de enero de 1857, Blanco avisó a sus jefes que la posición era desastrosa y había que cambiarla. El día 21 el General Mora trasladó al coronel Barillier al Fuerte y nombró a Blanco primer comandante de la Trinidad. Con pocas provisiones, hombres enfermos y con el conocimiento de que los filibusteros tenían una fuerza superior en número, Blanco decidió el día 13 de febrero retirarse del fuerte y emprender con sus hombres la marcha tomando aguas arriba del río Sarapiquí, llegando a Muelle el día 15 de febrero de 1857.


“Algunos por aquel tiempo trataron de oscurecer la gloria del mayor Blanco a pretexto de su retirada de la Trinidad; pero si lo consideramos en las circunstancias que se hallaba, lejos de merecer el menor cargo es digno de encomio ¡Con solo quince tubos de rifle, último resto del parque, hizo la retirada!”


“Llegamos a San José [el 22 de febrero de 1857], nos recibieron con la banda en el paso de la Vaca, entramos a los cuarteles, dejamos las armas, nos tocaron fajina, y ni muchas gracias. Solo nos dijeron que después se nos pagaría el préstamo de toda la campaña.


¡Tiempo de inmortal memoria para el Ejército de Costa Rica! Se presenta una cuestión de armas; se da la señal de ¡Al arma!, se reúne el ejército: se da medio escudo de habilitación a cada soldado, poco más a los oficiales; se marchan con un mal rancho y mal arreglada proveeduría, a condición de que cuando tengan hambre hagan su diligencia, sin saqueo.


Amputan a un soldado o le inutilizan un miembro. Le quedan catorce reales de montepío para mantener tal vez media docena de hijos muy jóvenes, y nadie para su vista en este infeliz. ¡Tal es la condición de un militar en mi país!


El presidente Mora al ser informado por Blanco acerca de los motivos que lo forzaron a retirarse de La Trinidad, indicó que todo era de su aprobación, pues Blanco había obrado conforme lo demandaban las circunstancias. “Nada ha perdido usted de la buena opinión que siempre me ha merecido”.


Aunque en las semanas siguientes, Walker recibió nuevos refuerzos, todos soldados de excelente calidad y con magnífico equipo, la reconquista de la vía del Tránsito les fue imposible. El 13 de abril de 1857, más de trescientos cincuenta filibusteros fueron embarcados en vapores de guerra ingleses hacia el puerto de Colón y de allí a los Estados Unidos.


Así en abril el río San Juan quedó totalmente en poder de los costarricenses y libre de la amenaza filibustera. La zona fronteriza en el San Juan era de Costa Rica y lo mismo la comprendida entre el lago y San Juan del Sur.


En veinte días de combates en desiertos cuajados de víboras, selvas espesísimas, ciénagas y pantanos; nuestros soldados, marchando a paso de vencedores, se habían apoderado de la Trinidad, Castillo Viejo, Fuerte San Carlos, San Jorge, Ometepe y Rivas, ocho vapores, dieciocho piezas de artillería, quinientos fusiles, y capturaron más de cien enemigos, a los que se les dio generosa libertad. ¡Sobre el río de San Juan y el Gran Lago no iluminan los rayos del sol otra bandera que la costarricense!


En la Campaña del Tránsito, nuestras tropas tuvieron 191 muertos y 10 heridos, conforme lo indican el Libro de los muertos del padre Francisco Calvo  la lista de heridos elaborada por el doctor Karl Hoffmann.


Salazar y Blanco, dos héroes de la Patria en la Campaña Nacional, por el arrojo y la hidalguía que mostraron al defender su soberanía de las huestes filibusteras comandadas por William Walker.


Aunque presentes en toda la Campaña Nacional, Salazar se distinguió por las valerosas acciones emprendidas en las batallas de Santa Rosa y Rivas, Blanco, mientras tanto, fue el héroe indiscutible en la ejecución del plan estratégico que tuvo como objetivo apoderarse de los puertos y vapores en el río San Juan y en el Lago de Nicaragua.


Ambos fueron héroes porque en los momentos de más angustia y zozobra, cuando la gavilla de mercenarios quiso apropiarse del territorio costarricense y de Centro América, dijeron ¡Presente, Costa Rica! Y unieron su valor al resto de soldados costarricenses para que nuestro país alcanzara realmente su independencia y hallaran la paz sus compatriotas y sus futuros descendientes.




Emilio Gerardo Obando Cairol

Material del Libro “Los Generales Blanco y Salazar” de la Asociación de Genealogía e Historia de Costa Rica.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Relato - Batalla de Santa Rosa 20/03/1856


El órgano superior de la Campaña lo constituyó el estado mayor, liderado en lo político por el presidente Mora y en lo militar por el general José Joaquín Mora y por su segundo al mando de las tropas, el coronel Lorenzo Salazar, quien fungió como jefe de división.


El 20 de marzo de 1856, los filibusteros, cuyo jefe supremo era William Walker, abogado, periodista, escritor, nativo de Tennessee, Estados Unidos de América, se hallaban afincados en la hacienda Santa Rosa.


Al ser las cuatro de la tarde de ese día, las tropas costarricenses, con el toque de degüello, marcharon comandados por el coronel Lorenzo Salazar, quien con sus 280 hombres debía, formando un semicírculo hasta situarse al sur, atacar el frente y los costados de la casa; el capitán José María Gutiérrez, con 200 hombres, tenía que desplegarse por el costado izquierdo de Salazar y rodear la casa por el norte, tomando la loma que está atrás; la única salida de escape para los filibusteros. Los dos cañoncitos, dirigidos por el capitán Mateo Marín, acompañaban la retaguardia de Salazar. El escuadrón de caballería quedó en el callejón de entrada, esperando que el enemigo fuera desalojado para atacarlo a campo abierto. Por último, la tropa de Moracia, en número de 200, se mantuvo formada en el mismo callejón que la caballería, para resguardar la retirada en caso necesario.


Los costarricenses arremetieron con tal coraje que a la primera y única descarga general, obligaron a los filibusteros a refugiarse en la casa principal de la hacienda. Los cañoncitos entraron en acción.

El coronel Lorenzo Salazar se disponía a ordenar la quema de la casa de la hacienda, cuando  Gutiérrez y el coronel José Manuel Quirós con sus hombres la asaltaron y se apoderaron de ella. La casa fue invadida por todos lados, y los filibusteros, hallando salida por la loma, huyeron en tropel, y aunque perseguidos y diezmados por todas partes, lograron muchos escaparse.


Según concuerdan filibusteros y costarricenses en sus relatos, el combate de Santa Rosa, duró acaso unos catorce minutos, contados a partir del momento en que estuvieron a la vista ambas fuerzas. Y en esos diez minutos la tropa costarricense desalojó varios cientos de invasores; guarnecidos en una fortificación que parecía muy defendible.


Al finalizar la batalla, quedaron en el campo de acción 19 soldados costarricenses muertos y 31 heridos. Los filibusteros dejaron 26 muertos y 19 soldados fueron capturados. El resto, 255 soldados, huyó en el transcurso de los diez minutos iniciales de la batalla, al observar que las tropas costarricenses iban hacia ellos.


Santa Rosa dio a los costarricenses la confianza en la victoria final y fue émulo para seguir adelante y llegar hasta Rivas, en donde se destacó una vez más nuestra determinación de vencer. El nombre de Santa Rosa señala hoy la decisión inquebrantable de Costa Rica de derrotar y vencer a todo poder extraño que pretenda mancillar nuestra soberanía y nuestra independencia.



Emilio Gerardo Obando Cairol

Material del Libro “Los Generales Blanco y Salazar” de la Asociación de Genealogía e Historia de Costa Rica.

Relato - Batalla de Rivas 5 al 12/04/1856



El 5 de abril de 1856 arribó el presidente Mora con el grueso del ejército a la hacienda Santa Clara de Rivas. En esta hacienda dispuso don Juanito posesionarse de Rivas y, al mismo tiempo cumplir lo dispuesto en Peñas Blancas: la ocupación de la Virgen, en la costa occidental del Lago de Nicaragua, y San Juan del Sur, en el Pacífico. Peñas Blancas está a unas ocho leguas de la ruta del Tránsito.


La ocupación de la vía del Tránsito, en su parte terrestre, era importante no solo para evitar que a los filibusteros les llegasen refuerzos, sino también para tener bien protegida la retaguardia en caso de que nuestras tropas se vieran obligadas a retirarse.


Para tales fines, al día siguiente, a las tres de la madrugada, trescientos hombres empezaron su ruta hacia San Juan del Sur, al mando de don Salvador Mora, quien llevaba como segundos a don Máximo Blanco y a don Federico Fernández.


Al día siguiente, 8 de abril, el batallón se encontraba cerca de la población, donde había una avanzada enemiga compuesta por unos once hombres. El mayor Blanco desmontó de su caballo y mandó a la fuerza prepararse, y al trote, o más bien a la carrera, cayó sorpresivamente sobre la avanzada e hizo presos a todos sus componentes.


De la misma manera, Blanco y sus hombres entraron rápidamente en la población, la cual fue ocupada sin que se disparase un solo tiro, pues el comandante de aquel puerto había huido con su gente al enterarse de que tropas costarricenses se aproximaban.


En la madrugada del 11 de abril, el coronel Salvador Mora y sus hombres salieron para Rivas.






Batalla de Rivas del 11 de abril de 1856
Óleo sobre tela, de Óscar Vargas, 1982.

En el puerto quedaron las fuerzas al mando del mayor Máximo Blanco. Cuando aquellos llegaron a Rivas, ya había comenzado la memorable batalla de ese día, en la cual tomaron parte. En las horas de la tarde, y como la batalla se prolongaba, se dispuso mandar a llamar al mayor Máximo Blanco y a sus 300 hombres para que viniesen a reforzar al grueso del ejército; el batallón de San Juan del Sur entró en Rivas poco antes de medianoche.


Al día siguiente, se ordenó a Máximo Blanco regresar con 200 hombres a San Juan del Sur, pues era necesario dominar ese puerto, ya que Walker podía continuar recibiendo refuerzos procedentes de California, y porque también nuestro ejército debía ser reforzado con más hombres y equipo.


San Juan del Sur estuvo en posesión de los costarricenses hasta que nuestro ejército se retiró del territorio nicaragüense, debido a la peste del cólera.


Mientras tanto, el día 12, en Rivas, unos cuantos oficiales y soldados fueron reuniéndose a los toques de corneta alrededor del coronel don Lorenzo Salazar: y frente al Cuartel General solo vieron, a lo lejos, las tropas filibusteras que cruzaban la calle, para entrar por la esquina siguiente, al sur.


El capitán Mateo Marín avanzó su cañoncito hacia la Plaza, con objeto de contenerlos, sin observar que por las calles del norte bajaban otras fuerzas filibusteras, que se apoderaron de unos de los cañones. Marín quedó herido y muertos sus soldados.


Lo anterior motivó al coronel Lorenzo Salazar a salir del cuartel y con un grupo de soldados repelió al enemigo, en una tremenda carga a la bayoneta, protegiendo así el Cuartel General y el depósito de municiones. Con la llegada de otra columna de soldados, los costarricenses fueron ocupando lugares estratégicos, obligando a los enemigos a esconderse en las casas.


Rivas fue una batalla en que ninguno de los bandos en disputa resultó vencedor, ya que ambos optaron por ordenar su retirada. En la sangrienta refriega, el ejército costarricense tuvo 140 muertos y 231 heridos. “Por su parte, las fuerzas de Walker tuvieron 86 muertos hallados en las casas, más 150 cadáveres que habían sido arrojados a los pozos de agua de la ciudad. “


La contaminación de las aguas, de la que bebieron los soldados costarricenses, dio inicio a la peste del cólera, con lo que las bajas por esa enfermedad  causaron 491 muertos más entre quienes lucharon en Rivas.


Después de siglo y medio de la batalla de Rivas, persiste en el recuerdo de los costarricenses un sentimiento de orgullo y renueva en las almas el fuego del patriotismo.

Emilio Gerardo Obando Cairol

Material del Libro “Los Generales Blanco y Salazar” de la Asociación de Genealogía e Historia de Costa Rica.

Héroes - Juan Santamaría

Los programas educativos en Costa Rica suelen limitarse al reconocimiento por parte de los educandos, de las acciones habidas en la batalla de Rivas, el 11 de abril de 1856, y del reconocimiento como héroe del soldado Juan Santamaría, por su sacrificio y valor al prenderle fuego al Mesón de Guerra en esa misma batalla.

Pero lo cierto es que Santamaría es una figura representativa de numerosos héroes que participaron en las distintas batallas que tuvieron lugar durante en dicha Campaña.

El héroe que se destacó en la Batalla de Rivas principalmente, fue Lorenzo Salazar, mientras que Máximo Blanco fue el protagonista principal de la Campaña del Tránsito.


Sus nombres, al igual que al de otros héroes ahora olvidados, merecen ser rescatados y recordados eternamente por la Patria agradecida.


En otra sección de este blog, daremos un relato de los acontecimientos, tal y como quedaron registrados en las narraciones memorables de nuestros principales historiadores, según lo compilado por el magnífico trabajo de la Asociación de Genealogía e Historia de Costa Rica.

Conocimiento De La Historia De Costa Rica

 
Al vivir fuera de Costa Rica desde hace muchos años, a menudo me preguntan sobre mi país. En la mayoría de los casos, comento sobre la vocación democrática y el hecho de no tener un ejército y otros temas mas actuales.


Pocas veces he podido profundizar en datos históricos sobre Costa Rica, porque en mi opinión, existe un gran vacío de divulgación al respecto, en los programas de educación en escuelas y colegios. Incluso ahora, con la finalidad de buscar información sobre el tema por Internet, los datos son repetitivos y muy escuetos.


Por alguna razón, en Costa Rica existe la tendencia en abreviar y omitir algunos aspectos de nuestra historia.  Lo que se repite una y otra vez, son 2 batallas, un héroe nacional llamado Juan Santamaría, que con una antorcha, consiguió vencer a los filibusteros de William Walker.  Poco se menciona sobre la campaña del Río San Juan, que fue decisiva para nuestra historia.


A los 30 años pasados de la Campaña Nacional, en la década de 1880, se decide “crear historia” para difundir la idea de nación, cuando Costa Rica necesitaba definir su identidad e independencia. Para ello, se crea la figura de Juan Santamaría como único héroe nacional.


Seguro que Juan Santamaría simboliza a los muchos héroes desconocidos que ayudaron a conseguir los objetivos, pero existieron otros muy importantes con nombre y apellidos.


El 16 de setiembre de 2010, la Asamblea Legislativa, decide “emendar un error histórico, 150 años después” y nombra a Don Juan Mora Porras "Libertador y Héroe Nacional", lo cual, ha sido muy acertado.


No obstante, la importancia de la Campaña Nacional contra la esclavitud y para conseguir la independencia de Centroamérica ante los filibusteros, no se puede sintetizar sólo en un soldado desconocido y en un personaje que como presidente, lideraba a los oficiales y a las tropas que hicieron posible aquella inmensa hazaña.


Este Blog se basa en un trabajo que tuve la suerte de recibir, de la Asociación de Genealogía e Historia de Costa Rica, sobre la Campaña Nacional y sus héroes. Los dos mencionados anteriormente y también los que, no se mencionan, pero que tuvieron un protagonismo fundamental y que sin ellos, posiblemente la historia de Centroamérica sería muy distinta a lo que es hoy.


Guillermo Aguilar Quirós